Se diferencia de otros
métodos de resolución de conflictos en que tiene una gran ventaja: lo que se
busca es transformar la relación de un
modo positivo de forma que las partes en conflicto consigan colaborar entre ellas para lograr una
solución con la que todos ganan.
En una sociedad donde
es tan importante la cultura de la paz y la convivencia, la mediación es un
instrumento muy útil, ya que además de conseguir solucionar el conflicto
existente, mejora la relación de las
partes para el futuro.
Cuántas veces hemos
oído las expresiones “Más vale un mal acuerdo que un buen pleito” o “Pleitos
tengas y los ganes”. Un juicio es una suerte de batalla en la que uno trata de
ganar al otro, en la que el resultado está en manos de un tercero –el juez- y
donde no se mejora la relación entre las partes, sino que acaba aún más deteriorada.
Muchas veces recurrir a los tribunales no resuelve todos los problemas. Además, a menudo el proceso es tan duro y se sufre tanto que no compensa ni
emocional ni económicamente.
El proceso de mediación
no busca culpables ni inocentes, víctimas ni verdugos, ganadores ni perdedores.
Es un proceso de aprendizaje en el que el pilar fundamental es la comunicación
entre las partes en conflicto, y donde lo que se busca es que la responsabilidad
del acuerdo sea fruto de los implicados, además de mejorar la relación y la
convivencia para el futuro.
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